Aunque el valle de Bujaruelo no pertenece por muy poco al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, tiene toda la grandea y espectacularidad de este mítico espacio protegido.
¿QUÉ ENCONTRARÁS AQUÍ?
- El valle de Bujaruelo
- Cómo llegar hasta el valle de Bujaruelo
- La ruta por el valle de Bujaruelo
- Dónde alojarte en el Valle de Bujaruelo
- Descubre lo mejor de los Pirineos con estas otras propuestas
- Descubre las cascadas del Pirineo Aragonés que te conquistarán
- El Circo de Gavarnie: ruta para ver la Gran Cascada en el Pirineo francés
- Descubre que ver en Aínsa la bonita capital del Sobrarbe, en Huesca
- El Valle de Benasque, a la sombra de los tresmiles
- Ruta por el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici
- Conoce el románico de las iglesias del Valle de Boí
El valle de Bujaruelo
La reserva de la biosfera Ordesa-Viñamala, enclavada en pleno Pirineo Aragonés, comprende la suma de todo el territorio del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, más todo el territorio que está delimitado entre los ríos Ara y Gállego y que queda al oeste del parque nacional. Hoy te vamos a proponer que te adentres en el corazón de esta reserva de la biosfera, una de las dos que primero fueron declaradas en nuestro país, y remontes el río Ara por el valle de Bujaruelo hasta su nacimiento a los pies del Viñamala, una hermosa montaña de 3.298 m de altitud cuya cima hace de límite fronterizo entre Francia y España.
La ruta completa desde el punto de inicio que te indicaré, hasta el final, viene a tener unos 12 km de largo, pero puedes realizarla hasta donde te apetezca o hasta donde te lleven tus fuerzas, ya que en todo momento disfrutarás de un paisaje inigualable, podrás observar fauna y flora de alta montaña, asistirás a una clase en vivo de geomorfología glaciar, y podrás ver algunos de los últimos glaciares pirenaicos.
Lo digo como simple curiosidad, pero siempre me ha llamado la atención que en el Pirineo Aragonés muchos valles no tienen el mismo nombre que el río que discurre por ellos, lo que suele ser más habitual en el resto de España, de tal forma que si hablas del valle de Somiedo, tienes al río Somiedo discurriendo por su fondo. En el Pirineo Aragonés te encuentras al río Ara en el valle de Bujaruelo, al río Arazas en el valle de Ordesa, al río Cinca en el valle de Pineta, al río Ésera en el valle de Benasque o al río Bellos en el valle de Añisclo, por poner algunos ejemplos.
Cómo llegar hasta el valle de Bujaruelo
Para empezar nuestra ruta hay que dirigirse primero a Torla (Huesca), una de las localidades más conocidas por los amantes del Pirineo Aragonés, ya que se encuentra en el límite del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido y es el centro de operaciones para adentrase en su zona occidental.
Es en esta localidad donde acaba la carretera y se toma el autobús que en la época de mayor afluencia de turistas, sube hasta la pradera de Ordesa, punto a partir del cual comienza la ruta clásica que remontando el río Arazas asciende por todo el valle de Ordesa hasta finalizar en la archifamosa cascada de la Cola de Caballo.
Pero vamos a dejar esa ruta que es bastante más conocida y clásica para otro día, y vamos a coger la misma carretera que sigue el autobús y que nos llevaría al valle de Ordesa, para al poco de salir de Torla abandonarla y tomar el primer desvío a nuestra izquierda, que cruzando el puente de los Navarros, continúa ahora por una pista forestal por el fondo del valle de Bujaruelo, hasta llegar a la ermita de San Nicolás de Bujaruelo, punto donde finaliza.
El camino desde el desvío del puente de los Navarros hasta San Nicolás de Bujaruelo tiene algo más de 6 km de largo, y puede hacerse en coche o andando. Dado que hay dos campings en este trayecto y está bastante transitado por coches, yo te recomiendo que vayas en coche hasta el final y le dejes estacionado en una pradera que se utiliza como aparcamiento público.
En este punto se encuentran los escasos restos que quedan de la ermita de San Nicolás de Bujaruelo, y no puedes dejar de cruzar el puente de piedra del mismo nombre, que ofrece una de las imágenes más fotografiadas y conocidas del valle. El puente permite cruzar el río Ara y continuar por un camino usado antiguamente, que después de una larga y dura ascensión, llega hasta el límite fronterizo con Francia, asomándose al inigualable valle de Gavarnie, otro de los “tropecientosmil” lugares del Pirineo que no hay que morirse sin ver y del que ya te hablamos en este post.
ALOJAMIENTO RECOMENDADO EN TORLA
El alojamiento que elegimos cuando recorrimos el valle de Bujaruelo estuvo en Torla, uno de los pueblos más bonitos del Pirineo Aragonés. Fue el Hotel Villa de Torla, un establecimiento familiar situado en el corazón del pueblo. Es un hotel de montaña sencillo y muy bonito, que lleva ya cuatro generaciones dando servicio a los viajeros.
El hotel está muy bien, con habitaciones cómodas, muy limpias, y unas vistas maravillosas de las montañas. El desayuno es tipo buffet y está delicioso, y si no quieres complicarte la vida con las comidas, puedes disponer también de media pensión o pensión completa, con una comida muy buena y abundante. Tiene piscina climatizada en el jardín y jacuzzi, cosa que se agradece después de una buena caminata por las montañas.
La ruta por el valle de Bujaruelo
Comienza la ruta por el valle de Bujaruelo y visita al valle de Otal
A partir de aquí la ruta no tiene pérdida, ya que la idea es remontar el río aguas arriba hasta llegar al siguiente puente, el de Oncins, al que llegaremos de todos modos yendo por una margen del río o por la otra.
Lógicamente te estarás preguntando qué camino tomar, así que te doy la solución: como la ruta es de ida y vuelta, yo creo que lo mejor es que la comiences remontando el río por la orilla que queda a tu izquierda, sin cruzar el puente y tomando la pista que usan los ganaderos de la zona y que sale al lado de los restos de la ermita, y luego a la vuelta, volver por la otra margen.
El camino es prácticamente llano y fácil de seguir, y es toda una delicia caminar entre las hayas y los pinos silvestres, oyendo los cantos de la multitud de pájaros que pueblan esta zona del valle. Discurre por el fondo del valle glaciar con su característica forma en U, y ofrece multitud de puntos para acercarnos hasta el río, por lo que en pleno verano es toda una tentación meterse en sus aguas cristalinas; pero ya te aviso, el agua no es que esté fría, está helada, y te lo dice uno de Burgos.
Si sigues por el camino que te he indicado, cuando lleves poco más de un kilómetro andado verás un camino que sale a tu izquierda y que sube ladera arriba. Este camino se dirige al valle de Otal, un valle perpendicular a aquel por el que nosotros subimos, y en el que curiosamente su fondo de valle no coincide en cota con el nuestro (como ocurre cuando el valle de un río desemboca en otro) sino que está más elevado.
Se trata de lo que en geomorfología glaciar se llama un valle colgado. Consiste en que cuando todo esto era un inmenso campo de hielo durante las glaciaciones del Cuaternario, por el valle de Bujaruelo discurría el glaciar principal que erosionaba el suelo con gran energía, y en él confluían los valles secundarios y de menor tamaño, como el de Otal, que aportaban glaciares que al ser de menor tamaño, no conseguían erosionar su suelo con la misma energía. Al finalizar la glaciación Würmiense hace algo más de 10.000 años y desaparecer el hielo, los valles quedaron con la morfología que puedes ver hoy y que si te fijas es apreciable en casi todos los valles secundarios.
En cualquier caso, y después de la clase de geología y si te ves con fuerzas de sobra para seguir luego con la ruta por el valle de Bujaruelo, puedes subir hasta el valle y remontarlo hasta el final siguiendo el curso del río Otal, hasta llegar a la bonita cascada que cierra el valle. El valle es realmente digno de ver, con sus laderas recubiertas de pino negro y su forma en U de valle glaciar que es de libro, y además es uno de los sitios donde casi seguro podrás ver a las cada vez más frecuentes marmotas, o por lo menos oirás sus característicos silbidos. Si hay que ponerle una pega al valle de Otal, sería la de la gran cantidad de vacas que hay en él.
Siguiendo con nuestro camino por el valle de Bujaruelo con el río Ara a nuestra derecha, llegamos hasta el puente de Oncins, que permite cruzar el río en una zona donde éste queda encajonado entre dos paredes verticales de roca.
A partir de aquí sí que no hay opción, ya que hay que remontar el curso del río por la orilla que queda a nuestra derecha, que es la única por la que hay camino.
Del puente de Oncins hasta el valle de Ordiso
El río se encajona por un desfiladero, y las paredes del valle empiezan a hacerse más verticales, perdiendo su forma clásica de valle glaciar en U para adoptar la forma típica de valle fluvial en V. Nos adentramos por el tramo de la ruta en el que la pendiente se hace más pronunciada, y el camino sigue sin perder nada de su espectacularidad y belleza, y en algunos de los pasos más difíciles, ha sido excavado en la pared rocosa.
Como a 1,5 km del puente de Oncins, encontrarás a tu izquierda un desvío marcado por dos mojones hechos con piedras, y que conduce al puente colgante de Burguil. Como su nombre indica, se trata de un puente colgante que cruza el río Ara a bastante altura sobre la lámina de agua, y que además se mueve un poco con el paso de la gente, por lo que igual no es muy recomendable si padeces de vértigo. En cualquier caso, merece la pena desviarse hasta él y disfrutar de las vistas que se tienen del río.
Si el año ha sido lo suficientemente lluvioso, verás en la distancia varias cascadas que caen por entre las laderas cubiertas de abetos, de esas de las que te gustaría estar cerca para poder contemplarlas en detalle. Pero ten un poco de paciencia, porque a medida que continúas subiendo tus deseos se verán cumplidos y encontrarás una cascada llamada el salto del Pich, que cae saltando entre las rocas de la pared derecha del camino por el cual vas ascendiendo.
La cascada es bastante llamativa y fotogénica, por lo que es una buena disculpa para hacer un alto en el camino y descansar un poco, y aprovechar para hacer unas cuantas fotografías.
La ascensión nos lleva hasta un punto en el cual acaba la pista por la que venimos caminando, y donde encontramos una caseta o refugio destinada a uso ganadero, y a la que llaman el refugio de Ordiso. Aquí el valle se abre nuevamente y vuelve a verse el río, que queda accesible a nuestra izquierda, un poco más abajo de nosotros. De la caseta surgen dos senderos, uno por el que continuaremos la ruta siguiendo siempre con el río Ara a nuestra izquierda, y otro que se dirige al puente de Ordiso, un puentecillo que cruza el río para acto seguido enfilar pendiente arriba por un sendero no muy marcado y empinado, que lleva hasta el valle de Ordiso.
Ordiso es otro valle glaciar colgado, como pasaba con el valle de Otal, lo que pasa es que está mucho más asilvestrado que aquel porque no hay posibilidad de subir con un vehículo todoterreno, cosa que si pueden hacer en Otal los ganaderos de la zona para atender a las vacas que pastan en sus prados.
Desde el valle de Ordiso hasta el final de la ruta
Continuando nuestra ruta por el valle de Bujaruelo, nos toca ahora remontar un pequeño repecho que pudieran ser los restos de una morrena glaciar que en algún momento cerró el valle. Llegados a la parte superior, el valle se abre completamente y empieza a ofrecer las mejores vistas del Viñamala, también llamado Comachibosa en aragonés, o Vignemale en francés.
Se trata de una magnífica montaña piramidal que hace de límite fronterizo entre España y Francia, y en la que todavía son visibles los escasos restos que perduran de algunos de los últimos glaciares pirenaicos.
El agua de deshielo de su cara sur forma el río Ara que estamos remontando, y el de su cara norte llega hasta el lago de Gaube, al que se accede desde Pont d´Espagne por otra bonita ruta que hicimos ya hace unos años y de la que otro día te hablaré.
El camino no tiene pérdida y discurre por praderías con escaso arbolado en las que es bastante fácil ver marmotas o gorriones alpinos, y descubrir entre las hierbas las escasas carlinas o cardabelles, unas curiosas plantas con forma de cardo aplanado, que los naturales del Pirineo cortaban y clavaban en las puertas de sus casas para ahuyentar a las brujas.
En las paredes rocosas pueden observarse rebecos y sorprender el vuelo de algún treparriscos, y de cuando en cuando, la zona es sobrevolada por alguno de los últimos quebrantahuesos. En estas zonas habitan también perdices pardillas y perdices nivales, aunque otra cosa es que consigas verlas, ya que son realmente esquivas y escasas.
Llegarás a un punto, próximo a un bosquete de coníferas, en el que el valle se encajona y el camino gana altura respecto al río y se estrecha, quedando la pared rocosa de la derecha pegada al mismo. Como es un paso un poco peligroso, hay una barandilla metálica que facilita enormemente el paso, por lo que no hay problema. Nosotros pasamos este punto y continuamos un poco más adelante, hasta que llegó un momento en el que tuvimos que plantearnos dar la vuelta, ya que el tiempo se nos acababa y no queríamos que se nos hiciera de noche en el campo.
Y vuelta siguiendo el valle de Bujaruelo
El camino de vuelta consiste en desandar lo andando, y ofrece unas vistas completamente diferentes y novedosas de las que hemos contemplando remontando el río aguas arriba.
Al llegar al puente de Oncins, lo que hicimos fue volver por la orilla por la que no habíamos ido al comenzar la ruta, es decir, la que queda a nuestra izquierda según estamos volviendo, lo que nos permitió caminar por una zona realmente bonita y mucho más salvaje y asilvestrada que aquella por la que habíamos hecho el camino de subida. Este lado del río ofrece además unas inigualables vistas de Gavietos y Mondarruego, las espectaculares montañas que hacen de telón de fondo del paisaje.
Se trata una zona de praderías de piso montano, también llamadas fenales en Aragón, que cuentan con rodales de tejos, serbales y pinos silvestres. Es una buena zona para observar pájaros de montaña, y si tienes paciencia, un poco de suerte y guardas silencio, podrás sorprender a algún acentor alpino, verderón serrano, piquituerto o camachuelo común.
El camino finaliza al llegar al puente de Bujaruelo, donde sólo nos queda cruzarlo y emprender el camino de regreso a nuestro punto de origen.
Dónde alojarte en el Valle de Bujaruelo
Si tienes tiempo al acabar la ruta, no dejes de darte un paseo por las calles de Torla, y consumir algo en los establecimientos de la localidad, ya que de esta forma contribuirás a mantener su infraestructura turística y a que otros puedan continuar haciendo rutas desde allí.
Hemos ido varios años a esta zona y siempre hemos elegido Torla como lugar de alojamiento. Hemos estado varias veces en el hotel Villa de Torla cuando éramos tres, pero al nacer Alejandro preferimos alojarnos en un apartamento para tener más espacio. Solíamos contratar media pensión, desayuno y cena, porque las cenas eran estupendas y nos salía mucho mejor de precio. En todas las ocasiones que nos alojamos allí estuvimos muy a gusto, es un hotel situado en plena plaza de Torla, en la zona más animada del pueblo, con piscina climatizada, porque el agua viene de las montañas totalmente helada, y con unas vistas desde la ventana de la habitación de impresión.
Como el hotel se nos quedaba pequeño elegimos los Apartamentos Russell que se encuentran justo en la entrada de Torla, en una zona muy tranquila y tiene un amplio aparcamiento, lo que se agradece mucho. El apartamento era muy amplio, estaba muy limpio y nos daba toda la libertad que necesitábamos.
Si te ha gustado esta ruta por Pirineos un poco alejada de los circuitos clásicos, te aconsejo que hagas también la Ruta de las Ermitas de Tella, de la cual ya te hablamos en este blog.
Y como una imagen vale más que mil palabras, te invito a que veas este video que hemos hecho de la reserva de la biosfera Ordesa-Viñamala.
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